Historias para no dormir

Es viernes, el reloj de la estación marca las 21:36, ha sido un día largo, agotador. El chico vaga por el andén buscando entre el bullicio un lugar en el que apoyarse mientras espera la llegada del tren. Repara en el hecho de que va buscando entre los rostros de la gente una cara conocida, que no consigue encontrar. Se fija entonces en las diferentes expresiones de aquellos rostros; puede escuchar sus preocupaciones y lamentos. Son demasiados, llenan el espacio de la estación, cargan el ambiente, le va a estallar la cabeza y, sin embargo, solo esta escuchando el eco de sus propios lamentos, de sus propias preocupaciones.
El vagón aparece subitamente por el túnel con un ruido chirriante, ensordecedor, que le distrae de sus pensamientos. Como de costumbre tendrá que esperar algunos minutos más pues ese tren no le llevará a su destino. Decide sacar su mp3 y cantar mentalmente, mantiene así la cabeza despejada, pero algo le hace volver en sí. Siente una vibración en el muslo; echa mano al bolsillo y saca su teléfono móvil. Comprueba que tiene una llamada perdida, desbloquea el teclado mientras se le acelera el corazón y piensa en el nombre que aparecerá en la pantalla instantes después... no se equivoca. Una sonrisa se dibuja en sus labios al tiempo que un escalofrio recorre su cuerpo erizándole la piel. Puede ver sus ojos como si los tuviera delante.
De nuevo un ruido ensordecedor; guarda su teléfono y recoge la mochila. Entra en el tren y escudriña un lado y otro del vagón en busca de un asiento. El viaje monótono le adormece, apoya la frente en la ventana y su mente vuelve a volar entre recuerdos. Puede ver sus labios como si los tuviera delante.
Al otro lado, la calma del oscuro túnel solo es turbada por el frenesí de las estaciones que recorre durante el trayecto. Pocos minutos después el tren sale al exterior, el cielo es ahora casi negro y esta lloviendo. El chico lamenta, como tantas otras veces, no haber cogido un abrigo al salir de casa por la mañana. Cuando llega a su destino, el frio de la calle le envuelve y el temblor se mezcla con el escalofrío que producen sus pensamientos. Puede ver sus ojos como si los tuviera delante. Emprende el camino bajo la fina lluvia sin demasiada prisa pues no le importa mojarse. Espera a que el tren pase para cruzar las vías y de nuevo llegan recuerdos a su mente; puede ver sus labios como si los tuviera delante, una sonrisa vuelve a dibujarse en su cara, una sonrisa amarga; los recuerdos le provocan felicidad, al tiempo que dolor.
Sube por una calle mal iluminada; a su izquierda, sobre un muro beige, se refleja con leves sombras su delgada silueta caminando bajo la lluvia. Gira la esquina y sube por la siguiente calle deteniéndose unos metros más alante, como cada noche, para mirar al cielo. La lluvia no le impide contemplar las estrellas que tanto agradar observar. Reconoce rápidamente algunas constelaciones y queda prendido de su belleza hasta que un extraño sonido, parecido a un hulular, llama su atención. Del otro lado del muro, en el lado opuesto de la calle, viene el canto de algún pajaro. Entonces ve que, sobre el tejado a dos aguas de un viejo y destartalado caserón, descansa la silueta de un majestuoso pavo real. De nuevo vuelve a llamarle o, quizás, solo esté cantando a las estrellas; pero de un modo u otro el chico se pregunta qué hará el animal a esas horas allí subido bajo la lluvia, lo que le hace recordar que él también se esta mojando y es hora de continuar. Retoma el camino a casa con la idea de no tener ni un pensamiento angustioso, no al menos en un buen rato. Puede ver sus labios como si los tuviera delante.
Otra vez saca su mp3 y pone alguna canción alegre, la va repitiendo hasta que llega a casa. Antes de entrar al portal se vuelve y contempla la luna, que tiene un ligero tono anaranjado debido a la luz que proyectan las farolas de la ciudad. Sube a casa, deja caer la mochila en un rincón de su habitación, se quita las zapatillas y enciende la pantalla del ordenador. Comprueba su lista de contactos, no la encuentra a ella; Un -Debería ir a cenar...- es su mejor excusa para no esperar ante el ordenador. Come algo recalentado, lo hace rápido, quiere volver cuanto antes a su habitación. No tarda mucho en volver a sentarse ante la pantalla y... sigue sin aparecer...
Pone algo de música, visita alguna web, ojea algún libro de los que tiene recogiendo polvo sobre la mesilla de noche, vuelve a mirar la pantalla... nada. Y le es imposible dejar de pensar en ella. Puede ver sus ojos como si los tuviera delante. Se asoma a la ventana, solo la lluvia rompe el silencio, reina la paz, se respira calma. Y le es imposible dejar de pensar en ella. Puede ver sus labios como si los tuviera delante. Da un paseo por sus recuerdos, analiza cada momento que ha pasado junto a ella, vuelve a disfrutarlos. -Podría ser todo tan fácil...- se lamenta. Una lágrima recorre su mejilla, siente un gran nudo en el estomago, pero le cuesta sacarlo, vive cada día con él, lo lleva consigo a todas partes, pero lo disimula bien. Sigue dando vueltas a su cabeza, puede verla como si la tuviera delante. Mil historias nacen en su mente, mira el reloj, se han hecho las 6 y media de la mañana, mil historias nacen en su mente, mil historias que no le dejan dormir.

lunes, 16 de marzo de 2009

2 Comments:

cuenk said...

Vaya, describes bien los entornos, tal vez debería aprender un poco de ti, jeje, me recuerda mucho a un texto que llevo días tratando de terminar, a ver si mañana me animo y lo publico.

Anónimo said...

Quizás es muy fácil imaginar, pensar que todo puede ser sencillo, recordar de qué forma dos cuerpos se fusionan como arena y mar, dejando que el viento respire entre las curvas del deseo. Quizás se puede cerrar los ojos y verte sonriendo cuando realmente te encuentras al borde del abismo. Entonces es cuando sientes miedo, cuando las dudas aprovechan tu desconcierto para ahondar en lo más profundo de tu ser, cuando de repente giras y giras envolviéndote en una densa capa que te aleja de la relidad... Es entonces cuando quieres abrir los ojos y descubrir que todo ha sido un sueño, sin darte cuenta de que llevas una venda en los ojos...que no te deja "respirar".

 
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